Uno
de los errores más comunes es confundir la institución masónica, a
los masones y a la masonería. Al entrar a una logia y encontrarse
con un sinnúmero de situaciones puede llegar a despistar al neófito,
al cual se le prometió progreso, virtud y crecimiento. Y no le
ocurre. No hay milagro.
Este neófito se va y hace un blog mofándose de los rituales, de los hermanos; pasando por alto los juramentos, decepcionado de la conducta de sus hermanos, o de la manera a veces despótica o burocrática de algunos cuerpos masónicos. Va por la vida diciendo, soy o fui masón, no es la gran cosa. Una piedra se perdió, tal vez. Quizá hasta se quedó; quizá todavía siga asistiendo a las tenidas gracias a una inexplicable inercia.
Este neófito se va y hace un blog mofándose de los rituales, de los hermanos; pasando por alto los juramentos, decepcionado de la conducta de sus hermanos, o de la manera a veces despótica o burocrática de algunos cuerpos masónicos. Va por la vida diciendo, soy o fui masón, no es la gran cosa. Una piedra se perdió, tal vez. Quizá hasta se quedó; quizá todavía siga asistiendo a las tenidas gracias a una inexplicable inercia.
Es
difícil separar al hermano que no ha sido tan entregado a pulir su
piedra bruta, de la masonería; distinguir un taller mal dirigido de
la masonería; incluso algunos de los landmarks llegan a desviar
sobre el verdadero propósito de la orden.
Porque
la masonería como organización, está sujeta a los mismos vicios de
otras instituciones, porque está aún empapada de profeneidad. Y el
masón, es una sola célula de ella. Ambas partes están dedicadas en
mayor o menor grado a contener la escencia, el algo al que aspira y
aspiramos todos los que estamos aquí.
Por
eso se insiste, ni el templo, ni los hermanos, ni los grandes
orientes son la masonería, sino meros vehículos de ésta. Gracias a
ellos sobrevive el conocimiento iniciático, pero el trabajo del
masón es aprenderla y preservarla. La iniciación, si bien marca un
antes y después, no es el regalo de la masonería, nada más alejado
de la realidad; sino la oportunidad de trabajar para llegar, no sin
gran esfuerzo, a conocerla.
Hermano,
se te ha abierto la puerta, pero de tí depende cruzarla.
Es
cuánto.
M:. M:. Shelley Valdés Herrera
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